martes, 22 de enero de 2019

La mujer herrada

La mujer herrada

   Esta leyenda es originaria de México, más preciso en la ciudad de México en la puerta falsa de Santo domingo #3, en lo que ahora es la calle de la República de Perú.

La historia relata un hecho singular de un clérigo el cual decidio hacerse de la compañía de una mujer de nombre Juana a pesar del descontento de sus fieles y sobre todo de su amigo y compadre el herrero, continuando con esa relación.



Una noche ya muy tarde, mientras el herrero descansaba en su hogar, tocaron a su puerta, a lo cual reaccionó el hombre despertando de forma brusca y malumorada, preparado para reclamar al causante del alboroto en su hogar, abriendo la puerta y encontrándose 2 personas de color, con una mula de color negro, a lo que apresuraron a decir al herrero que los enviaba el clerigo para que herrara al animal ya que muy temprano haría la diligencia, frunciendo el seño; aceptó el hombre, a final de cuentas era para su compadre; habiendo realizado la encomienda, se marcharon aquellos hombres con el animal.


A la mañana siguiente encontrándose en el hogar del clérigo, se da cuenta que aún se encontraba descansando, reclamándole el por qué de mandar a tan altas horas de la noche a sus sirvientes a herrar al animal si no haría tal diligencia, a lo que riéndose el clerigo le dijo que no tenía tal diligencia y ni sirvientes o esclavos tenía.

Acto seguido decide hablar con la mujer con la cual vivía, con la idea de que ella era la autora de tal broma, al hablarle y no recibir respuesta entra a su dormitorio, encontrándose muy tranquila casi inmóvil, demasiado palida; acto seguido al tomar su mano se da cuenta que su fémina acompañante yacía muerta y en la mano tenía clavada la herradura, la cual el herrero había colocado al animal, percatándose que en ambas piernas y el otro brazo, se encontraba herrada.


Se cree este fue el castigo por haber realizado esa unión con un clerigo, siendo convertida en mula y llevada por demonios en forma de hombre a herrarla y ocasionandole la muerte, siendo enterrada en ese mismo hogar sin recibir cristiana sepultura.

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